Para enterarse de lo que en realidad
ocurrió en las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial, hay que preguntárselo
a las mujeres.
Lo que les tocó vivir a millones de
mujeres:
1. Primero la supervivencia entre los
escombros, sin agua, sin gas, sin electricidad, acuciadas por el
hambre, el miedo y el asco.
2. Tras la batalla de Berlín, por la
venganza de los vencedores, fueron violadas en masa.
Las violaciones en masa cometidas por el Ejército Rojo fueron perversos actos de cometidas por el ejército comunista de la Unión Soviética al finalizar la Segunda Guerra Mundial, que con la invasión por parte de este de los países del Eje, perpetró la violación de 2.000.000 de mujeres alemanas por soldados soviéticos en su avance por el Tercer Reich, de las que un 10% fueron posteriormente asesinadas.
Del total, 1.400.000 víctimas eran de las provincias orientales, 500.000
de la zona de ocupación rusa en Alemania y las 100.000 restantes en la capital,
Berlín, donde hubo más ensañamiento en los días posteriores a la conquista,
llegando a violar hasta 70 veces a la misma mujer. Fueron tales las
perversiones cometidas, que muchas de ellas intentaron matar a sus hijas para
librarlas, así como la mayoría intentaron cortarse las venas.
En Hungría hubo agresiones similares, así en Budapest fueron violadas por los rusos unas 50.000 mujeres. También fueron víctimas de violaciones por soldados rusos, aunque resulte paradójico, mujeres de su mismo país, puesto que había sido ocupado anteriormente por los alemanes y esperaban ansiosas una liberación, y que al final fue en muchos casos peor que su situación previa.
Las violaciones también se repitieron en países como Bulgaria,
Checoslovaquia, Polonia o Yugoslavia.
Historia de las mujeres alemanas violadas por los rusos soviéticos.
Ilya Ehrenburg dijo:
"¡Maten! ¡Maten!. En la raza alemana no hay
más que mal, ¡ni uno entre los vivos, ni uno entre los aun no nacidos, nada más
que mal! Sigan los preceptos del camarada Stalin. Aniquilen a la bestia
fascista de una vez por todas en su guarida. ¡Usen la fuerza y rompan el
orgullo racial de esas mujeres alemanas! ¡Tómenlas como su botín de
guerra! A medida que avancen, maten, nobles soldados del ejército rojo."
Comisario soviético judío Ilya Ehrenburg.
Es
uno de los dramas más trágicos y ocultos del siglo XX, pero ahora —medio siglo
después— el libro de un historiador militar británico logró que muchas mujeres alemanas hablaran de él: los horrores
vividos a manos de soldados soviéticos, que perpetraron violaciones en Alemania
desde 1945 hasta 1949. La odisea de estas mujeres salió
a la luz gracias a Anthony Beevor, cuyo
libro Berlín: The Downfall, 1945 (Berlín: La caída, 1945) se publicó el mes
pasado y se convirtió en suceso.
En
su best-séller, Beevor —un ex soldado
británico— usa material inédito de los archivos rusos de Moscú y describe el
terrible sufrimiento de unas dos millones de mujeres y
niñas alemanas. Entre las víctimas hubo mujeres que llegaron a ser figuras destacadas.
Por ejemplo, Hannelore Kohl, esposa del ex canciller Helmut Kohl. La señora
Kohl (se suicidó) fue violada a los doce años, cuando ella y su mamá no
pudieron escapar en un tren que iba a Dresden.
El
libro de Beevor tuvo una
conmovedora recepción de las víctimas, muchas de las cuales viven en Gran
Bretaña.
"Me habían ordenado enterrar a unos muchachos de la Juventud Hitleriana cuando ellos me encontraron", dice Martha Dowsey. "Seis soldados del Ejército Rojo con las caras tiznadas me tiraron al suelo junto a las tumbas y me violaron, uno tras otro". La mujer tiene ahora 81 años. Durante décadas, nunca había encontrado a nadie que creyera lo que le tocó vivir.
"Me habían ordenado enterrar a unos muchachos de la Juventud Hitleriana cuando ellos me encontraron", dice Martha Dowsey. "Seis soldados del Ejército Rojo con las caras tiznadas me tiraron al suelo junto a las tumbas y me violaron, uno tras otro". La mujer tiene ahora 81 años. Durante décadas, nunca había encontrado a nadie que creyera lo que le tocó vivir.
Por
años, se consideró que el Ejército Rojo era
un grupo de héroes que había liberado a Alemania de los nacionalsocialistas.
Para Martha no fue así. "Eran agresivos, brutales. Nunca les conté esto a
mis hijos; y mi esposo sólo supo que me había pasado algo horrible. Tuvo la
delicadeza de no preguntar", dice en su casa de un barrio del sur de
Londres. Hace muy poco que Martha se armó de valor y habló.
Las
víctimas —a quienes Beevor señala que los
rusos consideraban "botín de guerra" con el que compensar los
crímenes de la Wehrmacht en Rusia— iban de los 12 a los 80 años de edad o más.
Una mujer alemana —Jutte, de Preston— le escribió a Beevor: "Muchas
veces quise hablar de eso, pero sabía que nadie me creería o que interpretarían
mi historia como un rapto de autocompasión. Lo que usted escribió es una forma
de mostrar cómo se puede soportar el sufrimiento."
Una mujer a la que Beevor visitó en Berlín le contó que había matado a un soldado con su arma mientras él trataba de violar a su mamá. "Después —dice Beevor— me di cuenta de que el soldado la había violado a ella y que ella luego había armado la historia y trataba desesperadamente de creerla."
Una mujer a la que Beevor visitó en Berlín le contó que había matado a un soldado con su arma mientras él trataba de violar a su mamá. "Después —dice Beevor— me di cuenta de que el soldado la había violado a ella y que ella luego había armado la historia y trataba desesperadamente de creerla."
En
sus cartas, las mujeres confirmaron
lo que describe Beevor en el libro
en el sentido de que, para evitar correr la misma suerte que sus vecinas,
muchas mataron a sus hijas y luego se suicidaron.
Para
fines de la década de 1940 —las violaciones se sucedieron durante tres años o
más— las tropas soviéticas habían sembrado desesperación. Según algunos
informes, el 90% de las mujeres berlinesas
había contraído enfermedades venéreas. Beevor cita
declaraciones de un médico que le dijo que, de las aproximadamente 100.000
mujeres violadas
en Berlín, un 10% murió, la mayoría por suicidios.
La
tasa de mortalidad del casi millón y medio de mujeres violadas en el este de Prusia,
Pomerania y Silesia, dice, es más elevada. En el caso de las embarazadas, se
estima que el 90% abortó. Las que optaron por seguir con el embarazo, dieron al
bebé en adopción porque no soportaban la vergüenza. En 1946, el 3,7% de los
niños nacidos en Berlín eran hijos de rusos.
Helke Sander, militante izquierdista alemana y autora de Liberador y liberado, una extensa investigación sobre las mujeres violadas que realizó en 1992, asegura que todavía se sienten las consecuencias. "Hay mujeres que nunca pudieron hablar de esto y cuyos maridos se los prohíben.
También
están sus hijos, que ahora descubren que son producto de una violación.
Finalmente, están los que tratan de averiguar la identidad de sus padres".
Berlín: La caída, 1945, despertó indignación en Rusia. El embajador ruso
en Gran Bretaña lo calificó de "acto de blasfemia".
El
libro se publicará en Alemania en setiembre, y ya le dijeron a Beevor que lo más
probable es que desate una tormenta. El diario Die Welt dijo que es "un
golpe épico" que revela "una crónica desconocida de las atrocidades
cometidas cuando el Ejército Rojo avanzó
hacia Berlín".
Luego
del revuelo que el libro provocó en Rusia, Beevor está preparado
para la posibilidad de que haya un incidente diplomático entre Berlín y Moscú.
"Es un tema muy delicado, y el gobierno alemán se muestra renuente a
desenterrarlo por temor a perjudicar la nueva relación que estableció con Putin
y el Kremlin", dice.
También llegará al mercado alemán en momentos en que ese país se encuentra inmerso en un debate sobre la "normalización", mediante el cual trata de abordar su historia de manera más amplia. Die Welt señala que después de "medio siglo de frío interior" durante el cual Alemania trató de reflexionar y expiar su pasado nazi pero prestó muy poca consideración a las penurias que vivieron sus ciudadanos, el libro de Beevor demuestra que, para seguir adelante, los alemanes tienen que evaluar no sólo su papel de verdugos, sino también el de víctimas".
Hordas
de "infrahombres" asiáticos
Beevor describió a las tropas soviéticas como "hordas de infrahombres asiáticos".
En su libro "Berlín 1945 - La caída" se cita lo siguiente:
dijo:
"Los temas centrales de esta obra -no por el
lugar que ocupan en ella, sino por su amplitud- son cabalmente las brutales
atrocidades cometidas por los soldados y oficiales soviéticos contra la
población alemana, la resurrección de la imagen de las "hordas asiáticas",
que la propaganda alemana martilleó en las cabezas de los alemanes, así como
más tarde lo hizo un pequeño grupo de historiadores neonazis, de los que
Alemania se separó ya hace tiempo. La principal conclusión del libro, a partir
de la cual el autor conduce la totalidad de sus discusiones sobre el tema de
las brutales atrocidades cometidas por los militares soviéticos, y
especialmente las violaciones de mujeres alemanas, se resume en este
párrafo: "La imagen de soldados portando antorchas en llamas encima de
rostros de mujeres refugiadas en un bunker, seleccionando a sus
víctimas, es característica de la totalidad de los ejércitos soviéticos que
participaron en la batalla de Berlín."
Violadas
por el ejército ruso
Esta horripilante realidad. Una joven alemana, describía cómo había sido violada por los soldados del Ejército Rojo, que avanzaba ávido de tomar la ciudad y de vengarse de los alemanes.
"Cierra los ojos, aprieta los dientes, no digas nada", garabateó la mujer, recordando cómo se había inducido al silencio para soportar la agresión. "Pero cuando la ropa interior cae rasgada y los dientes rechinan involuntariamente, la última prenda... Estoy paralizada. No siento asco, sino una completa frialdad. Es como si mi espalda estuviera helada. Estoy mareada, tengo frío en la nuca. Antes de marcharse extrae algo del bolsillo y lo lanza sobre la mesa sin decir palabra; aparta la silla y sale dando un portazo. Ha dejado un paquete de tabaco arrugado. Es la propina".
Ha habido que esperar hasta ahora, 60 años después de que se produjera la violación de esta mujer anónima, para que se conozca la verdadera dimensión de la campaña de violaciones perpetrada por el Ejército Rojo durante la Segunda Guerra Mundial.
Se cree que unos dos millones de mujeres fueron violadas, agredidas o asesinadas por los soldados del Ejército Rojo en su avance sobre Alemania, pero el libro de Beevor revelará horrores aún mayores. "Cuando el Ejército Rojo llegó a Berlín, los soldados ya consideraban a las mujeres una especie de botín carnal", afirma. Y agregó: "Creían que podían hacer lo que quisieran, ya que estaban liberando Europa".
En algunos casos las mujeres de una calle entera fueron violadas: abuelas, embarazadas, incluso mujeres que se encontraban en su lecho de muerte. Según el representante del Vaticano en Berlín, en octubre de 1945, seis meses después del final de la guerra, miles de mujeres permanecieron semanas escondidas en los tejados para eludir los saqueos y registros de los escuadrones del Ejército Rojo quienes, cuando se emborrachaban, avivaban su apetito sexual.
"Han violado a mujeres de entre 10 y 70 años, e incluso a algunas de hasta 75 años", aseguraba el representante del Vaticano. Beevor ha descubierto aspectos todavía más siniestros: los rusos violaron incluso a reclusas liberadas de los campos de concentración, mujeres esqueléticas, vestidas de harapos. "Esto echa por tierra la idea de que los soldados sólo utilizaron la violación como una forma de venganza contra los alemanes", afirma. Sus comentarios ya han provocado polémica.
El
embajador ruso en Londres ha acusado al escritor británico de
"blasfemar" contra el pueblo ruso. "Es una injuria contra el
pueblo que salvó al mundo del nazismo", ha declarado indignado Grigory
Karasin.
También moribundas
En la aldea de Dahlem, recuerda una mujer, "los rusos se colocaron en fila delante de un grupo de mujeres. Ni siquiera se daban cuenta de que algunas estaban agonizando, porque habían ingerido veneno o sufrían hemorragias internas. Los soldados les abrían la boca a la fuerza y las obligaban a tomar bebidas alcohólicas".
Anna Seddig, una joven de Prusia oriental que intentaba escapar de la guerra encinta y con su hijo de un año, Siegfried, fue otra víctima de los rusos. "Una noche, cuando buscábamos un lugar para refugiarnos, nos topamos con un grupo de soldados. Nos iluminaron con una linterna. Uno me dijo: "Te vamos a llevar a un lugar donde podrás pasar la noche. Era un refugio antiaéreo. Ahí me violaron, uno tras otro. Era como si estuviera muerta, tenía calambres por todo el cuerpo. Sientes repugnancia, sólo sientes repugnancia. Éramos blancos legítimos para los rusos. No sé cuántos hombres había, 10, 15...".
Muchos han intentado ocultar lo ocurrido. Cornelius Ryan, autor de The Last Battle, donde narra la caída de Berlín, descubrió que tras publicarse el libro en 1966 algunos editores lo presionaron para que eliminara pasajes como el siguiente: "Mientras continuaba la batalla, se producía otra ofensiva salvaje. Era encarnizada, personal. Las hordas rusas que llegaban tras los disciplinados veteranos del frente exigían el derecho de los conquistadores: las mujeres de los conquistados".
Úrsula
Roester dormía en el sótano de una casa de Zehlendorf junto con sus padres, sus
hijas gemelas de seis años, y Bernard, su hijo de siete meses, cuando cuatro
soldados rusos golpearon la puerta con la culata de sus fusiles".
Registraron el refugio. Un soldado ruso encontró un frasco de perfume francés.
Lo destapó, lo olió y lo derramó sobre su uniforme. Otro encañonó a los padres
e hijos de Úrsula y los encerró en el sótano. A continuación, los cuatro se
turnaron para violarla".
"Al día siguiente, a eso de las seis de la mañana, Úrsula estaba amamantando a su bebé cuando otros dos soldados rusos entraron en el sótano". Intentó escapar por la puerta con su bebé en brazos. Pero estaba muy débil. Uno de los rusos le quitó el bebé y lo colocó en su cochecito. El otro la miró y sonrió. Ambos la violaron...".
El legado de la campaña de violaciones del Ejército Rojo es imperecedero. Hanna Gerlitz, esposa de un banquero de Berlín, fue violada por seis soldados rusos delante de su marido. "Cuando terminaron", recuerda, "dispararon sus fusiles al aire. Las otras personas que estaban en casa creían que me habían asesinado, hasta que les grité: "Estoy bien. Ya todo ha acabado". Después tuve que consolar a mi esposo y ayudarlo a recobrar el valor. Lloraba como un niño".
El viaje hasta este infernal crisol de crueldad ha resultado traumático para Beevor, y le ha hecho pensar: "He llegado a la conclusión de que ante la falta de disciplina militar un hombre armado, deshumanizado tras dos o tres años de guerra, se convierte en la mayoría de los casos en un violador en potencia".
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